Una de las técnicas más utilizadas en la hipnosis es la que incluye la mirada como protagonista principal. En este caso, el hipnotizador debe adquirir cierta experiencia a través de un entrenamiento especial.
El punto fundamental en este aprendizaje es el de controlar el parpadeo involuntario y así poder sostener la vista durante un tiempo prolongado. Cuando haya hecho este logro, ayudado por una fuerte iluminación para que sus ojos aparezcan brillantes, debe clavar su mirada en un punto situado entre los ojos del sujeto que se dispone a hipnotizar. Llegado el momento, debe emitir la orden deseada con una voz firme y clara.
Otra forma de acompañar la mirada es con un pase magnético que incluye el contacto físico entre ambas personas, a veces con cierta presión y otras con suavidad.
En otras oportunidades, el hipnotizador puede enviar sugestiones verbales que induzcan al paciente a un estado en el que su conciencia se vea reducida. Puede, también, ir convenciéndolo de que su cuerpo no le responde, hasta que el paciente quede expuesto totalmente a su voluntad.
Respecto de la sugestión verbal, ésta puede ser utilizada como único recurso y hay dos técnicas fundamentales: la primera indica que debe ser utilizado un tono imperativo, mientras que la segunda prefiere el método persuasivo.